Prof. Dr. Alcides Greca

Profesor Titular de la 1ra Cátedra de Clínica Médica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario

 

 

 

 

CONCORDIA DISCORDATUM. El arte de la discusión.

La característica distintiva del género humano es probablemente, la posibilidad de disponer de un lenguaje complejo que hace posible el pensamiento abstracto y que permite formular ideas que se pueden confrontar. La realidad se concibe hoy, no como un hecho externo al individuo, que se debe aprehender e interpretar desde el intelecto, sino como un entramado de múltiples vínculos en el que el sujeto modifica a su medio y a su vez, es modificado por él de un modo constante. 
Así interpretada, la realidad tiene numerosos aspectos que pueden percibirse simultánea o sucesivamente y cada sujeto tendrá su propia versión de ella, tan válida y significativa como la de cualquiera de sus congéneres, llegando a existir de tal manera, tantos enfoques de la realidad como observadores existan.

Ya en la Grecia clásica, el pensamiento inquisidor de Sócrates y el razonamiento implacable de Platón y Aristóteles desafiaban permanentemente al intelecto del discípulo para hacerle percibir y justipreciar el otro punto de vista, aquél diferente y no pocas veces opuesto al que se había abrazado con absoluta convicción, haciéndole notar que en la propia discrepancia podían existir elementos verdaderos, siempre enriquecedores de la percepción de la realidad.

La escolástica medieval concibió a la armonía entre distintas opiniones (concordia discordatum), como una manera de reunir la fe religiosa con el pensamiento racional y en el Islam se aceptaba como verdadera y por lo tanto como ortodoxa, a aquella proposición que había logrado superar todas las objeciones imaginables.

Existiendo antecedentes de tanto peso en la historia de la filosofía y siendo la dialéctica una de sus ramas más poderosas, cuesta comprender como es posible que ya bien entrado el siglo XXI, en diversos ambientes de elevado nivel intelectual, se siga concibiendo a la discusión como una forma de disputa y de reyerta. En el campo de la medicina, de suyo atravesado por lo que ocurre en todos los aspectos de la vida social, es en los ámbitos universitarios donde se suele observar que la discrepancia en la opinión o la refutación de un argumento, es vivida como un menoscabo, una descalificación y hasta una ofensa. Lamentablemente, esta alterada percepción de la realidad no es privativa de los jóvenes, en los que podría comprenderse aunque no justificarse, dada la tendencia natural de éstos a la inflexibilidad y a la radicalidad del pensamiento, probablemente derivada de la menor confianza en ellos mismos. Los mayores también, y esto es mucho más grave, participan de estas posturas extremas. Con maneras más refinadas, aunque no por ello menos inflexibles, omiten la refutación con la excusa de no querer provocar un desdoro público de quien está opinando.

Olvidan o desconocen que es precisamente de la refutación y la contrarrefutación formuladas bajo dos condiciones sine qua non, el respeto y el fundamento, de donde surgen las ideas superadoras. El pensamiento dogmático (del latín dogma, proposición aceptada como verdadera sin admitir réplica alguna) genera enemistad, encarnizamiento personal y hasta ha sido motivo de guerras de aniquilación. El pensamiento racional en cambio, nos pone frente a la figura del adversario dialéctico y nos permite enriquecernos recíprocamente a partir de la confrontación intelectual. Concebido así, una refutación jamás puede menoscabar ni ofender a quien la recibe, sino todo lo contrario. Aprender a escuchar, sostener los argumentos propios sobre sólidas bases bibliográficas y respetar los argumentos ajenos como contracara y complemento de los nuestros, evitando atacar al opinante y atacando sin reservas las opiniones, es el único camino hacia el crecimiento intelectual. Recorrer tal camino es una verdadera obligación de quien persigue la verdad, quizá un espejismo mutante y polifacético, muy probablemente inalcanzable, cuya búsqueda sin embargo es empresa para toda la vida, so pena de caer en el fanatismo, la desesperanza y la desolación.

 

 

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